El último martes Keiko Fujimori, finalmente, se reunió con el presidente Pedro Pablo Kuczynski. Una cita esperada por muchos para ponerle fin una tensión política que ha paralizado el país y que ha generado desazón en la ciudadanía. 

El encuentro ha dejado satisfechos a los protagonistas. Pero el momento de los flashes, de las sonrisas y de las declaraciones para la tribuna ya pasó. Ahora toca la acción. 

De nada servirá lo conversado si es que ambos líderes políticos y los partidos que encabezan no se comprometen a desarrollar una agenda común, al menos en los puntos que los reunieron anoche en Palacio de Gobierno: lucha contra la corrupción, reactivación económica, la reconstrucción de las zonas devastadas por el Niño Costero y la mejora del Poder Judicial, la Contraloría y los órganos de supervisión. 

Existe, sin embargo, una exigencia mayor para ambas figuras políticas. Un cambio de actitud que parece casi imposible debido a los antecedentes de ambos. Kuczynski deberá ejercer liderazgo y Keiko Fujimori deberá renunciar (al igual que su bancada) a su vocación de hostigamiento. La tortuga y el escorpión, respectivamente, deben dejar atrás su naturaleza. 



[Foto de portada: Flickr de la Presidencia de la República]