Fernando Zavala pagó cara su ingenuidad por aplicar -con el fujimorismo- la estrategia del apaciguamiento y el gabinete que encabeza no recibió el voto de confianza que había solicitado. 

Aunque tarde, el Gobierno decidió plantarse ante Fuerza Popular y como resultado quedó en evidencia que el fujimorismo de Keiko es más ramplón y matonesco que el de su padre. Su plan era seguir obstruyendo al Ejecutivo con interpelaciones a ministros de Estado y, eventualmente, con censuras. 

En el debate del voto de confianza para el gabinete ministerial quedó evidenciado que Fuerza Popular no tenía argumentos o propuestas, tan solo gritos y malacrianzas. Acostumbrado a la fuerza de sus 71 congresistas, la bancada fujimorista se ha olvidado de la negociación y la persuasión.

Lo sucedido los últimos días responden -más que a la ciencia política- a la lógica pura: ¿qué se hace con un matón que todos los días te incomoda y golpea? Pues te le plantas un día. Recibirás algunos golpes, darás otros pero dejará de molestarte.