Es curioso que algunas de las voces que, tras el encarcelamiento de los empresarios que se asociaron con Odebrecht para sobornar a Alejandro Toledo, piden medidas como audiencias más cortas o grilletes electrónicos o fianzas millonarias, son las mismas que en su momento celebraron como si fuera un circo romano la prisión preventiva de Ollanta Humala y Nadine Heredia, ambos detenidos desde agosto sin que el fiscal se haya animado a elevar acusación en su contra.

Este antecedente, el de los Humala Heredia,  ha establecido una valla muy baja para la prisión preventiva y ha terminado por desfigurar una institución que debería ser excepcional y que se ha convertido en un mecanismo de sanción previa, sin juicio.

Si el sistema de justicia peruano quiere ganar legitimidad, si quiere demostrar que está haciendo un trabajo serio y profundo, que estas prisiones preventivas no son puras medidas espectaculares promovidas por la presión externa, va a tener que subsanar esta situación irregular