Una de las consecuencias positivas de la enorme crisis abierta por el caso Odebrecht es que nos está permitiendo contemplar a nuestra clase política en toda su pequeñez sin ninguna clase de disfraz. Hemos visto al presidente Pedro Pablo Kuczynski contradecirse y admitir que sí le ofreció asesoría a H2Olmos, una empresa constituida por Odebrecht luego de haber dicho todo lo contrario ante la Comisión Lava Jato. Y hemos visto referirse al allanamiento de locales de Fuerza Popular como un hecho que lo preocupaba, faltando el respeto a la separación de poderes.
También hemos visto a Luis Galarreta y Miguel Torres festejar el éxito del control político de Fuerza Popular cuando la Fiscalía solicitó la prisión preventiva para los empresarios de la construcción peruana, pero cuando le tocó a ellos calificaron la actuación de la Fiscalía prácticamente de golpista.
Y finalmente hemos visto a Yeni Vilcatoma fuera de control, pidiendo renuncias presidenciales, atacando todo lo que se le pone por delante, coordinando desaforadamente con Fuerza Popular para dejar de ser una paria.
La buena noticia es que sabemos claramente quién es quién. Ya no hay forma de ocultar la naturaleza de estos políticos. El Poder Judicial seguramente procesará a muchos de ellos, pero a los peruanos nos toca darles el toque de gracia, no votar por ellos y jubilarlos de una vez por todas.