Pedro Pablo Kuczynski cometió su última traición, aquella por la que será recordada. 72 horas después de haber salvado su cabeza le ha dado la espalda a los peruanos de buena voluntad que se fajaron por institución de la Presidencia a pesar de las dudas para evitar un golpe de Estado.

Concede un indulto amañado que no cumple con los mínimos requisitos de la ley y que es una simple transacción, un pago por los favores, por esos votos que le concedió Kenji durante la votación de la vacancia.

Ha sido tan siniestro Kuczynski que lo ha hecho desoyendo a los ministros que le fueron fieles en la compleja coyuntura de la vacancia y le ha hecho caso a los mismos ministros que le dieron la espalda en el momento más complicado de su Presidencia y le pidieron que renuncie.

Ha demostrado que no tiene palabra, que no merece la confianza y que solo sabe gobernar movido por la torpeza y la cobardía.