En mi recuerdo los viajes del papa Juan Pablo II generaban un entusiasmo bastante unánime. A nadie se le ocurría montar manifestaciones como las que han recibido en Chile al Francisco en rechazo al encubrimiento de la Iglesia Católica a los abusos contra niños y jóvenes cometidos por Fernando Karadima.
El problema es que en la lógica católica, el perdón lava los pecados. Los desaparece. Con bastante cinismo, El Vaticano se ha aferrado a esta lógica según la cual sus culpas, luego de pedir perdón, se han limpiado.