En política, el 2018 comenzó hace un año cuando Pedro Pablo Kuczynski (PPK) anunció el indulto a Alberto Fujimori, un enjuague apenas disimulado con Kenji Fujimori a cambio de salvarlo de la vacancia presidencial. Pero al final, PPK pudo ahorrarse esa traición a los votantes que definieron su elección, pues igual perdió el cargo y el indulto terminó siendo revertido por la justicia.

También sabemos que Martín Vizcarra no fue esa marioneta a la que el fujimorismo pensó que le entregaba el poder, pues a Vizcarra le tomó poco tiempo comprender que era imposible entenderse con la oposición por el camino del diálogo, que no le quedaba más remedio que enfrentarla si quería garantizar su supervivencia y un mínimo margen para gobernar.

Un fujimorismo cegado por el rencor, llevado por el hígado y no por el cerebro, empujó fuera de la Presidencia al que estaba dispuesto a tranzar y entronizó a aquel que, manejándose dentro de los márgenes de la ley, los avasalló en unos meses empleando la beligerancia del enemigo en su contra.

Por otro lado, en contra de lo que tantos cínicos e interesados repitieron, el 2018 fue el año en el que la justicia se puso los pantalones, estuvo a la altura del reto de afrontar la mayor trama de corrupción en la historia de la región y fue tras los peces gordos. Hoy Keiko Fujimori se encuentra en prisión preventiva y Alan García vive un permanente ataque de nervios luego de un vergonzoso intento de asilo en Uruguay, mientras esperamos esa marejada de información que debería llegar a mediados de enero desde Brasil gracias al acuerdo que la Fiscalía suscribió con Odebrecht.

Hablamos de los dos políticos más poderosos del país, que por lo mismo parecían inalcanzables para la justicia, pero no podemos olvidar los nombres de Pedro Pablo Kuczynski, Ollanta Humala, Susana Villarán y Alejandro Toledo.

En el 2019, deberían formalizarse muchas denuncias fiscales y concretarse algunas condenas firmes. El 2018 ha sido un año especialmente vertiginoso en la política y la lucha contra la corrupción. Todo parece indicar que, con los altibajos propios de la política peruana, el año que viene se presentará menos movido e incluirá la reforma política postergada por tanto tiempo, algo que ojalá se traduzca en un mejor crecimiento de la economía y mejores condiciones de vida para todos los peruanos.


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