Dependiendo de la posición política, las conclusiones sobre la renuncia y huida de Evo Morales de Bolivia oscilan entre la alegría de quienes celebran la última caída de un dictador latinoamericano y la protesta de quienes, más bien, consideran que estamos frente a la ocurrencia de uno más en la larga lista de golpes de Estado continentales. El caso boliviano es complejo y tiene muchas particularidades pero es el resultado de ejecutar la misma receta política que Alberto Fujimori inauguró en los años 90.